Como perderse en Alaska Del 27 de septiembre al 8 de noviembre
Inauguración 27 de septiembre a las 18h
Dentro del Ciclo Perturbaciones comisariado por Jordi Antas
De la misma manera que un Museo de Zoología o una Cámara de Maravillas designaba y organizaba, catalogaba y coleccionaba multitud de objetos raros y extraños procedentes de lugares lejanos de la época de las grandes exploraciones y descubrimientos (s. XVI-XVII ), se abría también una reflexión en cuanto a los procesos históricos vinculados a la construcción de la noción de lo salvaje y la relación entre la fascinación y el objeto de estudio del mundo animal. Una actitud desafiante a medio camino entre la representación de la institución ilustrada y la segregación entre el ámbito de lo humano, el progreso y el respeto por la naturaleza; es decir, una intensidad centrada en el objeto de estudio, ya sea obra de arte o la observación de un animal.
A partir de estas premisas, Como perderse en Alaska se convierte en un fragmento de una investigación de largo recorrido que, a modo de línea vital, Quim Packard (Reus, 1982) desarrolla de forma utópica y con mentalidad lúdica. Un análisis exhaustivo centrado en dos constantes básicas de su trabajo: en primer lugar, la exploración sobre aspectos fundamentales entre las diferentes fases históricas de la museología (parques zoológicos, museos de zoología, centros de estudios de zoología, museos de arte…) y sobre dinámicas de uso y funciones de estas instituciones y, en segundo lugar, los intereses neorurales y neofolks de los últimos tiempos y los actuales. Una dialéctica que, mediante la exaltación del exotismo y de la vitalidad -a partir de la participación de un reptil como eje central de la exposición- y una banda sonora producida para la ocasión, a cargo de los artistas Eulàlia Rovira y Adrian Schindler, aborda posiciones cuestionables y difusas sobre la mirada utópica de estas organizaciones mediante un mapa poco convencional y delirante de esculturas de carácter romántico y naturista que llevan a cuestionar el terreno político del espacio expositivo en sí mismo.
De este modo, y partiendo de lo que representa -no sólo en el imaginario colectivo, sino también en el histórico, popular y simbólico- perderse en Alaska (aislamiento, modelo de naturaleza, pureza, fantasía, utopía de naturaleza perfecta, mito …), Packard desfragmenta un relato cercano a la idea de construcción de un museo utópico y ficticio, entre continuas irregularidades y alteraciones, que genera un ejercicio posromántico con claros referentes de las ideas progresistas de la década de los sesenta próximas al ideal de aislamiento de los movimientos sociales autogestionados, como son los casos de “Lebensreform” y la colonia “Monte Verità”, o los anarquistas naturalistas (uno de los impulsores casualmente fue de la ciudad de Reus), la naturaleza como refugio, el grunge y la música pop, y el incontrol entendido como un distanciamiento voluntario de la civilización y del capitalismo corporativista.
En definitiva, Cómo perderse en Alaska, más que una recreación de una visita guiada a una de estas instituciones que hemos mencionado, es un recorrido alquímico entre realidad y ficción, a partir de una ramificación de conocimientos que divagan entre la antropología , la filosofía o la ecología.
Quim Packard
Como perderse en Alaska
Del 27 de septiembre al 8 de noviembre
Inauguración 27 de septiembre a las 18h
Dentro del Ciclo Perturbaciones comisariado por Jordi Antas
De la misma manera que un Museo de Zoología o una Cámara de Maravillas designaba y organizaba, catalogaba y coleccionaba multitud de objetos raros y extraños procedentes de lugares lejanos de la época de las grandes exploraciones y descubrimientos (s. XVI-XVII ), se abría también una reflexión en cuanto a los procesos históricos vinculados a la construcción de la noción de lo salvaje y la relación entre la fascinación y el objeto de estudio del mundo animal. Una actitud desafiante a medio camino entre la representación de la institución ilustrada y la segregación entre el ámbito de lo humano, el progreso y el respeto por la naturaleza; es decir, una intensidad centrada en el objeto de estudio, ya sea obra de arte o la observación de un animal.
A partir de estas premisas, Como perderse en Alaska se convierte en un fragmento de una investigación de largo recorrido que, a modo de línea vital, Quim Packard (Reus, 1982) desarrolla de forma utópica y con mentalidad lúdica. Un análisis exhaustivo centrado en dos constantes básicas de su trabajo: en primer lugar, la exploración sobre aspectos fundamentales entre las diferentes fases históricas de la museología (parques zoológicos, museos de zoología, centros de estudios de zoología, museos de arte…) y sobre dinámicas de uso y funciones de estas instituciones y, en segundo lugar, los intereses neorurales y neofolks de los últimos tiempos y los actuales. Una dialéctica que, mediante la exaltación del exotismo y de la vitalidad -a partir de la participación de un reptil como eje central de la exposición- y una banda sonora producida para la ocasión, a cargo de los artistas Eulàlia Rovira y Adrian Schindler, aborda posiciones cuestionables y difusas sobre la mirada utópica de estas organizaciones mediante un mapa poco convencional y delirante de esculturas de carácter romántico y naturista que llevan a cuestionar el terreno político del espacio expositivo en sí mismo.
De este modo, y partiendo de lo que representa -no sólo en el imaginario colectivo, sino también en el histórico, popular y simbólico- perderse en Alaska (aislamiento, modelo de naturaleza, pureza, fantasía, utopía de naturaleza perfecta, mito …), Packard desfragmenta un relato cercano a la idea de construcción de un museo utópico y ficticio, entre continuas irregularidades y alteraciones, que genera un ejercicio posromántico con claros referentes de las ideas progresistas de la década de los sesenta próximas al ideal de aislamiento de los movimientos sociales autogestionados, como son los casos de “Lebensreform” y la colonia “Monte Verità”, o los anarquistas naturalistas (uno de los impulsores casualmente fue de la ciudad de Reus), la naturaleza como refugio, el grunge y la música pop, y el incontrol entendido como un distanciamiento voluntario de la civilización y del capitalismo corporativista.
En definitiva, Cómo perderse en Alaska, más que una recreación de una visita guiada a una de estas instituciones que hemos mencionado, es un recorrido alquímico entre realidad y ficción, a partir de una ramificación de conocimientos que divagan entre la antropología , la filosofía o la ecología.